miércoles, 3 de febrero de 2010

La izquierda frente a la bancarrota capitalista, por María Puig Barrios

María Puig Barrios, Secretaria General del Partido Comunista de Canarias / 02 feb 10


“El dinero dominaba las leyes, la política, las costumbres… Llegar per fas et nefas (por lo justo y lo injusto) al paraíso terrenal del lujo y del goce vanidoso, petrificar el corazón y mortificar el cuerpo para obtener bienes pasajeros, como se sufría, antaño, el martirio de la vida para conseguir bienes eternos, es el pensamiento general. Pensamiento escrito, además, en todas partes, hasta en las leyes que preguntan al legislador: ¿Qué pagas? En lugar de decirle ¿Qué piensas? Cuando esta doctrina haya pasado de la burguesía al pueblo ¿Qué será del país?”

Esto lo escribía Balzac, en su obra “Eugenia Grandet” en 1833. ¿Y que pasaba en 1833 en la vida política? Reinaba Luis-Felipe, de la familia Borbón-Orleans, pero Borbón, al fin y al cabo, al ser Luis-Felipe hijo del primo de Luis XVI. Fracasaban las doctrinas y los partidos revolucionarios. Una parte de la burguesía se volvía poderosa, devorándolo todo. El capitalismo moderno estaba en período de gestación.

Pero la prosperidad que sostiene la fuerza del régimen durante un tiempo, desaparece. El encarecimiento de los productos de primera necesidad había disminuido el poder de compra de las masas, los obreros veían disminuir sus salarios, mientras el precio del pan subía con rapidez, los stocks se acumulaban, la crisis financiera impedía que los industriales consiguieran los créditos que necesitaban. Hubo miles de bancarrotas (la bancarrota tenía, como tiene ahora, mucho de quiebra fraudulenta) y más de un millón de parados. ¿Les suena a actualidad?

Ocurría, sin embargo, en la primera mitad del siglo diecinueve, “el pasado” como dicen despectivamente aquellos que se empeñan en contraponerlo a “lo nuevo”, eso nuevo que lleva el sello de “no ideológico”, y que parte de la nada para llegar a ninguna parte, la mejor forma de terminar siendo un adepto del pensamiento único, dice un amigo africano, convencido de que el capitalismo ha perfeccionado sus medios y maneras, que la izquierda se ha debilitado, acomplejado, replegado, pero que no hay nada nuevo bajo el sol.

En el siglo diecinueve, la obstinación del monarca Luis-Felipe que salió triunfante de varias insurrecciones populares, a lo largo de su reinado (1830-1848), de su ministro Guizot, negándose a toda reforma, y la grave crisis económica, provocan el descontento general. Estalla la Revolución de 1848, cae la monarquía, se instaura la república el 25 de febrero de 1848 y se publica en Londres, en abril de 1848, el Manifiesto Comunista de Marx y Engels.

¿Y ahora? El proceso de acumulación capitalista per fas, y sobre todo “per nefas”, nos ha llevado a una de las tantas bancarrotas capitalistas. La lucha de clases no ha pasado a la historia, como decían los voceros del pensamiento único cuya teoría ha quedado desacreditada por la voracidad ilimitada de una minoría capitalista que acumula dinero y riquezas, en detrimento de la humanidad. Es de rigurosa actualidad.

Las y los trabajadores hemos ido asumiendo muchos de los valores que nos ha ido transmitiendo el capitalismo, porque le convenía a sus intereses económicos y políticos: el apoliticismo, el individualismo, el consumismo, la pérdida de conciencia de clase, la competitividad con las y los demás compañeros de trabajo, la creencia de que existía la posibilidad de subir en la escala social, para resolver nuestros problemas económicos, convirtiéndonos, nosotros/as también, en mujeres y hombres ricos. Y los capitalistas nos convencían, y las y los trabajadores nos dejábamos convencer, mientras ellos especulaban y acumulaban dinero, con nuestro trabajo, nuestro tiempo, nuestro descanso, nuestra salud, nuestros ahorros.

El mundo no puede ser un mundo capitalista, que osan llamar democrático, en el que una minoría adinerada lo decide y lo acumula todo, mientras las y los trabajadores que somos la mayoría, no decidimos nada en lo económico, ni en la gestión de las empresas, ni en la producción, ni en la conservación de nuestros puestos de trabajo. Nos imponen, cuando quieren, precariedad, paro, problemas económicos, recortes de derechos sociales y laborales, incertidumbre ¿y lo aguantamos en silencio? ¿O acaso esperamos que los mismos que crearon la crisis, la arreglen?

Para la izquierda, son tiempos de confrontarse con vigor y energía democráticos al capitalismo, de romper este sistema explotador para empezar a poner los cimientos del socialismo. Son tiempos de claridad política para la motivación militante. Son tiempos de salir a la calle, con nuestra experiencia política, social e ideológica para concienciar, organizar, movilizar, transmitiendo los valores de la izquierda, construyendo con los trabajadores, con los sectores populares, la contestación a los abusos del sistema capitalista.

Pueden esperar disquisiciones sobre lo pasado y lo presente (“No olvides que la causa de tu presente es tu pasado, así como la causa de tu futuro será tu presente”, decía el poeta Pablo Neruda), pueden esperar tediosas tareas internas, consignas que se interpretan de distintas maneras, procesos por arriba.

Tenemos que construir el presente, partiendo de lo que tenemos para llegar a una sociedad igualitaria. Es un trabajo que debemos desarrollar con empeño, explicando, comprometiéndonos con la sociedad, resistiendo frustraciones, actuando, reflexionando sobre nuestras actuaciones para planificar nuevas acciones.

No se trata de buscar puntualmente “réditos” electorales (término comercial que también hemos ido asumiendo), en condiciones de total desigualdad con las fuerzas del sistema. Se trata de ir trabajando, pegados a la sociedad, logrando apoyos sociales a nuestro proyecto, respaldos sociales al programa que vayamos desarrollando con las y los trabajadores, en la sociedad, se trata de hacer crecer nuestra organización, nuestro proyecto con el pueblo (palabra olvidada), de ir ganando la hegemonía social.

¿Es difícil? Sí, pero nunca ha sido fácil y siempre lo hemos hecho. ¿Por qué no ahora?

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